Cambiar hábitos y habituarse al cambio. Get ready!
Los individuos de nuevo ingreso en la organización, se enfrentan a la primera etapa: integración. No es un tema trivial y por ello los directivos cada vez prestan más atención a la adaptación mutua en aras de la consecución de objetivos. En resumen, los primeros días de trabajo son cruciales y decisivos tanto para el que se integra, como para el que recibe, sobre todo porque se determinan las probabilidades de vínculo entre la cultura y ética empresarial, y los trabajadores. Aquel primer día de trabajo de cualquiera de nosotros, suele estar repleto de contrariedades, contradicciones y contratiempos. El superior jerárquico nos recibe con ganas –esto es cuestionable- de enseñar, mostrar e interrelacionar. Se trata pues de fusionar mis habilidades y recursos con las capacidades colectivas, por lo que existen infinidad de mecanismos formales y rutinas organizativas que han sido creadas para conseguirlo. Lo primero que nos suelen mostrar es el manual de la organización. Huelga decir que se trata del mecanismo formal por antonomasia, presentado normalmente en forma de banner en la página central de la Intranet. En su defecto, lo entregan encuadernado y muchas veces ni actualizado. Nos dejan un tiempo largo –unas dos horas- para echarle un vistazo, mientras la persona a la que estamos a cargo termina una tarea pendiente. Esta es una de las variables endógenas que nos trasladan a lo exógeno por medio de chequeos varios a nuestro correo, mensajes de móvil, y escapada a la máquina de café. La toma de contacto con la organización es la que nos delimita la misión, la esencia de la misma. Por muchas entrevistas que hagamos o por mucho que nos documentemos sobre un centro de trabajo, es únicamente dentro de aquél, cuando uno puede percibir las variables esenciales. La misión de la empresa recoge el sistema de valores y creencias imperantes en la empresa, así como la definición de su campo de actividad y sus capacidades a desarrollar. ¿Choque de expectativas? Take it easy Estamos absolutamente condicionados por la misión y la visión que encarna la empresa en la que prestamos nuestros servicios, y el problema se origina cuando la ambición de aquélla diverge de nuestras expectativas, en forma de frustración. Resulta que, la empresa modelo de equilibrio, legitimidad y responsabilidad social, no concuerda con su verdadera praxis, provocando una degradación general dentro y fuera. ¿Qué ocurre cuando nuestros intereses divergen con los de la empresa? Lo apropiado es referirse a los intereses como factores motivacionales por los que nos guiamos, creencias que condicionan y nos sirven de criterio para el comportamiento, y una vez concretado, intentar disipar la paradoja: estamos con la elite y en lo que siempre hemos soñado, pero la ética de tal organización, no tiene nada que ver con nosotros. El primer paso es lograr conocer bien los puntos débiles donde chocan ambas partes porque si nos han contratado, puede que nuestra disposición personal sea unos de los activos que desean explotemos. Estamos dispuestos a interiorizar los recursos empresariales intangibles como buenos trabajadores pero determinados factores debilitan nuestras creencias y estímulos: crisis del gigantismo industrial; nuevas formas de organización empresarial; y conglomerados que aumentan su tamaño poco a poco en detrimento de su responsabilidad social y valores iniciales. Es todo demasiado complicado y es difícil ser imparcial con esta falta de claridad. Cuando ingresamos en la organización de nuestros sueños esperando se cumpla lo pactado, hay que estar predispuesto a abordar contratiempos de este calibre; quizá la mejor opción es compaginar sus recursos con nuestras capacidades y habilidades invirtiendo en forma de capital humano y sin contravenir su ética. Sigue siendo complicado. También puede ocurrir que nos veamos en la necesidad de abandonar la empresa porque no se ajusta a nuestras expectativas. Cualquier cambio en la situación esperada altera nuestras emociones, conducta y motivación laboral, y por tanto, el rendimiento nos puede crear frustración al entrar en conflicto de intereses. Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo, es el inicio de uno nuevo.
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Rebeca AtienzaLicenciada en Ciencias del Trabajo. Actualmente cursando Máster Formación Profesorado FOL y Antropología Social y Cultural Categorías
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Marzo 2018
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