Enjoy your time abroad without surprise card feesSi retiramos efectivo mediante tarjetas en cajeros automáticos en un estado miembro del Espacio Económico Europeo (los de la Unión Europea más Noruega, Islandia y Liechtenstein), las comisiones bancarias que tendríamos que pagar a nuestra entidad deberían ser iguales a las cobradas por disposiciones en euros realizadas en un cajero dentro de nuestro país.
Ejemplo: Si sacas efectivo de un cajero de tu mismo banco, tu entidad no podrá cobrarte más de lo que ya te cobra aquí por hacer esa misma operación. Por tanto, si eres cliente del banco X y no pagas nada por sacar dinero en sus cajeros, si quisieras hacer lo mismo en un dispensador del banco X en París, la operación tendría que ser gratuita. Ahora bien, si acudes a un cajero de otra entidad, tu banco no podrá aplicarte una comisión superior a la que te aplica en España por sacar en cajeros de otra red distinta, por ejemplo: si la cantidad máxima que el banco X te repercute por sacar de cajeros de otros bancos es de 2€, ese debería ser el máximo que te cobre si sacas de otro banco en uno de estos países. Además, hemos de saber que si realizamos compras en comercios o retiramos efectivo en países con una moneda distinta al euro, las comisiones no están limitadas, pudiendo el banco además repercutirnos otras comisiones como, por ejemplo, el cambio de divisa. Antes de salir al extranjero, por tanto, conviene asegurarse con la entidad sobre las comisiones que nos cobrará por utilizar la tarjeta fuera de España.
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Calea Victoriei A dos pedales bordeé el Arcul de Triumf y adentrándome en la larguísima Avenida Kiseleff, recordé que ese mismo camino, pero inverso, fue el que hiciera 30 años atrás cuando marché de mi “pequeña París”. Iba despacio disfrutando de tanto valor patrimonial. Hermosos casinos, casas –muchas fueron antaño propiedad de boyardos-, y por supuesto, bloques comunistas que sucumbieron al “plan de Sistematización de Ceauşescu.”. En aquel tiempo Bucarest no podía presumir de aquel amplísimo carril bici y la circulación era más caótica.
Dejé atrás Piața Victoriei absorta por la cantidad de rótulos de coronación en los edificios y lonas publicitarias que habían modernizado esta plaza. Pasear por Calea Victoriei en bicicleta era una novedad. Crucé de carril para estar un ratito por dentro y fuera del Palatul Cantacuzino. Es el Museo de Música Nacional en honor a George Enescu y había que degustarlo lentamente. La portada con esa marquesina de hierro forjado estilo art nou atrapa cualquier mirada fugaz, por muy rápido que pase uno por allí. En su interior la emoción es sublime, sobre todo si tus años de juventud han estado protagonizados por Romanian Rhapsodies, Op. 11. Aún con los ojos nublados anduve hasta la Galeria Nicodim con muchas ganas de contemplar la obra de Ciprian Muresan de la que soy ferre seguidora en la distancia. Recogí mi bici tras mi periplo contemporáneo con la sonrisa en la cara, y algo de hambre también, por lo que mi pausa gastronómica fue French Bakery Victoriei 134. Escuchar el sonido de la gramola me paralizó cual flautista de Hamelí y me adentré. Tomaba mi quiche y bebía una cerveza artesana contemplando desde el enorme ventanal como el estilo neoclásico de Palatul Știrbei permanece intacto, pese a las filtraciones en el pavimento fruto de un tiempo que pasa por dentro y fuera de todo y todos. Con agridulce sensación volteé Nicolae Iorga y sin demorarlo mucho crucé para maravillarme como hacía años de la imponente Romanian Academy. Tuve que aguzar las alas[1] para que no anocheciera y poder ver caer el sol frente a The Art Collections Museum. Volví a mis dos ruedas con más ganas des Beaux Arts en aquel eterno Bucarest de aspecto decadente y aureola misteriosa que atrapa al viejo emigrante; por tanto, lejos de mi predicción, el paisaje urbano de Calea Victorei mantiene la esencia e incluso ha ganado en modernidad sin ser todavía un hervidero de turistas. He de reconocer que celebré no esquivar palos de selfie a cada dos metros y saborear la sutil aglomeración que raramente puede darme una calle principal de capital europea. Y sin dejar que la melancolía me aprisionase terminé mi jornada con un buen té en Pasajul Macca-Villacorsse, tun fantástico concierto en el Route 66 y una vuelta a casa oyendo manele desde algún balcón. [1] Expresión recogida del dadaísmo, cuyo fundador es mi compatriota y estandarte del arte rumano, Tristan Tzara. |
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